La periodista nicaragüense Tania Jeanneth López Rodríguez pasó más de dos años trabajando en las sombras. Tratando con sus fuentes en la clandestinidad. Tenía prohibido hacer entrevistas en lugares públicos, pero en uno de sus últimos artículos se saltó el veto y quedó con su entrevistado en un parque de León, a cien kilómetros de Managua, la capital. La charla duró muy poco. Un grupo paramilitar afín al régimen de los Ortega les interrumpió abruptamente. “Venga con nosotros”, le ordenaron al entrevistado, un excombatiente rebelado contra el Gobierno. A López le dieron el que ella interpretó como un último aviso: “Este no es espacio para hacer un trabajo oculto”. La siguiente orden fue la de acudir a una comisaría para acreditar que no había salido del país, la excusa para que aquel 11 de junio allanasen su casa y le requisasen su ordenador y su pasaporte. Al día siguiente, López huyó a Costa Rica, donde lleva ya más de un año en el exilio, junto a miles de sus compatriotas a los que con el robo de su pasaporte se les ha despojado de su nacionalidad.