El homenaje de Estado concedido a Hermenegildo Cuenca Díaz, el general de los vuelos de la muerte en plena Guerra Sucia, da una medida del poder que tienen los militares hoy en México, donde nada parece dañar su imagen. Los restos del secretario de la Defensa en tiempos de Luis Echeverría fueron depositados este martes en un nicho de honor en el Panteón de Dolores de la capital, con la presencia del secretario Ricardo Trevilla Trejo y la plana mayor del Ejército, cuya comandanta suprema es la presidenta Claudia Sheinbaum. “Por el honor de México”, se leía en letras doradas tras el cortejo de militares que acompañaba a la hija del general fallecido en 1977. En plena democracia mexicana, un secretario del gabinete de izquierdas de Sheinbaum ha rendido honores a uno de los hombres a quienes los archivos históricos del país señalan como el principal firmante de las órdenes de “exterminio” que acabaron con la vida de numerosos opositores al régimen más corrupto y sanguinario que ha tenido México. Lo del “exterminio”, por cierto, lo publicó el gobierno mexicano en el sexenio de Andrés Manuel López Obrador. La Guerra Sucia dejó 10.000 víctimas en México.