La expresión “de película” ha sido utilizada generosamente este último mes, con plena justicia, para describir lo sucedido el 19 de octubre en el Museo del Louvre de París. Aquella mañana, a plena luz del día, unos ladrones accedieron desde el exterior, mediante una escalera de mudanzas, a la galería Apolo y, con una radial, robaron nueve joyas de la Corona francesa (aunque se les cayó una corona por el camino). Entre las fotos difundidas por las agencias de prensa en aquella jornada histórica, una imagen atrajo la atención de millones de personas, precisamente, por su aura cinematográfica. Tomada por Thibault Camus, de Associated Press, en ella se veía junto a la policía a alguien como salido de una película de cine negro, con una gabardina, un sombrero ligeramente inclinado al estilo Humphrey Bogart y lo que parecía un fino bigote recortado. Que una figura de esas características fuera el detective al mando de la investigación tenía algo de reparatorio: por mucho que saquearan su patrimonio histórico, Francia nunca iba a poder, nunca iba a saber dejar de ser Francia.

hace 3 horas
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