La violencia en Antioquia dejó de responder a la lógica tradicional del conflicto armado. Las autoridades hablan hoy de un escenario distinto, más caótico y difícil de contener: una guerra con demasiados jugadores. En lugar de dos o tres grupos fuertes, el departamento enfrenta la acción simultánea de 51 organizaciones criminales que chocan entre sí por pequeños tramos de territorio, rutas estratégicas o rentas locales.
Ese reacomodo cambió la manera como se entiende la seguridad en regiones como el Nordeste, Oriente, Norte y Suroeste, donde los desplazamientos, las amenazas y los homicidios ya no responden a un solo actor, sino a la superposición de intereses entre bandas grandes, frentes guerrilleros, estructuras del narcotráfico y grupos locales con agendas propias.
Según el más reciente informe de la Policía Antioquia, la fragmentación es tal que “ninguna estructura tiene hoy el control absoluto”. Aunque el Clan del Golfo, las disidencias de las Farc y el ELN siguen siendo los actores de mayor peso, la presencia de subestructuras internas, bandas del Valle de Aburrá que migraron a zonas rurales y grupos locales que resisten desde hace décadas ha generado un mapa de poder inestable y cambiante.
La multiplicación de actores se traduce en escenas que antes eran excepcionales: dos, tres o incluso cuatro estructuras disputándose un mismo corredor. Según El Colombiano, en el Oriente, por ejemplo, el Clan del Golfo mide fuerzas con El Mesa; en el Norte, los frentes 18 y 36 de las disidencias se fracturan entre sí; y en el Nordeste, células del ELN chocan con bandas históricas de la región.
El crecimiento acelerado del Clan del Golfo —que pasó de 5.960 integrantes en 2016 a cerca de 14.000 hoy— provocó choques con organizaciones locales que tradicionalmente controlaban economías como la minería ilegal, la extorsión o el microtráfico. Esa presión terminó encendiendo nuevos focos de guerra en zonas donde hacía años no se reportaban disputas abiertas.
A esta dinámica se suma el avance de cuatro frentes de las disidencias de las Farc, que tienen presencia en 19 municipios y han visto un crecimiento vertiginoso en su pie de fuerza. Aunque en algunos territorios operan en coordinación, en otros viven rupturas internas como las de Briceño, donde los frentes 18 y 36 se enfrentan por el control de cascos urbanos y zonas rurales estratégicas.
El ELN tampoco actúa como un bloque compacto. Sus ocho frentes operan con niveles de autonomía que, en ocasiones, los llevan a alianzas coyunturales con grupos locales o incluso con otras estructuras mayores. En otras zonas, como el Nordeste, protagonizan disputas directas que terminan arrastrando a la población.
En este contexto, el coronel Óscar Mauricio Rico, comandante de la Policía Antioquia, reconoció que hoy existen más de 220 alertas activas por riesgo de confrontaciones o acciones violentas.
La guerra en Antioquia ya no se libra entre bloques definidos, sino entre decenas de estructuras moviéndose simultáneamente. Un escenario que, según las autoridades, no solo elevó los homicidios en 2025, sino que hace cada vez más difícil recuperar el control territorial en las zonas donde la fragmentación criminal se volvió la regla.

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