
La decisión de convertir EL PAÍS en un medio financiado por la suscripción de sus lectores fue compartida por todos los directores del diario y por responsables de la empresa desde muy pronto. En cuanto se comprobó que la publicidad no era capaz de mantener vivo a ningún diario digital en el mundo y que, sin embargo, el futuro de los periódicos estaba ligado inevitablemente a su edición en la web. Solo el compromiso de sus lectores digitales, suscribiéndose y pagando sus cuotas, podía garantizar la existencia de EL PAÍS. Todos lo sabíamos, pero la conversión fue un camino tecnológico y empresarial largo y complicado.