El 90% de las lesiones ocasionadas con pólvora en diciembre, son quemaduras

Durante el 2024, según el Instituto Nacional de Salud, en Colombia, se reportaron 1.354 personas lesionadas con pólvora.

Se acerca en el país, la tradicional celebración del el Día de las Velitas, Navidad y Año Nuevo, con estas festividades, también llega una realidad que deja marcas imborrables y son las quemaduras por pólvora. Pese a las advertencias y recomendaciones entregadas por las autoridades, la cifra de quemados y lesionados por esta no recomendada práctica, siguen en aumento. La mayoría de las lesiones ocasionadas incluyen quemaduras, laceraciones, amputaciones, daños oculares y auditivos que pueden cambiar la vida de las víctimas en cuestión de segundos.

Según expertos en salud, la gravedad de estas lesiones se debe a las temperaturas extremas que alcanzan estos artefactos. “La pólvora puede superar los 1000 grados centígrados, causando daños irreversibles a la piel y otras partes del cuerpo. Las quemaduras no solo dejan cicatrices visibles, sino también profundas secuelas físicas y emocionales”, explica la dermatóloga Catalina Cuéllar Martínez, quien advierte que incluso una lesión aparentemente pequeña puede tener consecuencias complejas si no se atiende de manera adecuada y oportuna.

Ante un accidente, los primeros minutos son clave. Los especialistas insisten en que las personas tienden a aplicar remedios caseros que, lejos de ayudar, empeoran la lesión. Por eso, recomiendan lavar la herida de inmediato con abundante agua a temperatura ambiente, retirar cualquier objeto o prenda adherida a la piel sin forzarla y evitar el uso de hielo, cremas, aceites o sustancias caseras.

“Lo más importante es buscar atención médica de inmediato. Las quemaduras aparentes pueden ocultar daños más profundos que solo un especialista puede evaluar”, señala la médica de la clínica Aurora, Pilar Lentijo Hoyos.

Las consecuencias más graves derivadas del uso de pólvora incluyen quemaduras de diversos grados que pueden tardar meses en sanar, pérdida de extremidades, afectaciones en órganos tan delicados como los ojos y los oídos, y un riesgo elevado de infecciones. Estas últimas pueden desencadenar complicaciones severas como el shock séptico, una condición potencialmente mortal si no se interviene a tiempo.

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