Economía de buseta

hace 1 semana 9

Economía para todos, John Chica

Por John Chica. Colaboración con Oriente Capital (@oriente.capital).

Colombia es un país de opinión. A las personas les encanta manifestar su punto de vista, sobre todo, y en todo momento, incluso cuando podrían no tener la menor idea del tema en discusión, o cuando tienen información muy limitada. Desde periodistas deportivos que opinan sobre los errores técnicos del futbolista, sin haber tocado nunca un balón; pasando por los epidemiólogos empíricos que cuestionan el dictamen del médico porque “ahora los médicos no saben nada”, y llegando, por supuesto, a los que pontifican sobre la economía sin comprender como mínimo de dónde viene el dinero y por qué no se soluciona todo imprimiendo billetes.

Y no es que me guste cuestionar el derecho de las personas a opinar, ni más faltaba. Opinar debe ser gratis, libre y legal. Esto hay que dejarlo claro, porque vivimos en un país en el que han matado a más de uno por una opinión contraria a la de las mayorías. Lo que no me gusta de nuestro país de opinadores, es que la gente en realidad no opina sus propias ideas, sino que más bien se dedica a repetir los argumentos de líderes de opinión que cuentan con los medios y recursos para hacerse escuchar.

Esta tendencia a repetir e interiorizar es un arma de destrucción masiva en el ámbito de la política, donde una mentira repetida mil veces puede convertirse en una verdad. De todos modos, habría que diferenciar entre los hechos y las opiniones. Los hechos se relacionan con realidades tangibles y comprobables, estadísticas objetivas, fácilmente verificables. Las opiniones, en cambio, son interpretaciones que cada uno hace sobre los hechos.

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La economía combina hechos y opiniones. Las opiniones en economía, en condiciones normales, suelen ser posiciones sobre la mejor alternativa para conseguir un objetivo. Por ejemplo, para mejorar el nivel de vida de las personas podríamos entregar un subsidio de 100, o reducir un impuesto de 100. Es un hecho que ambas medidas mejorarían la disponibilidad de recursos de una persona para adquirir bienes y servicios. Ahora, decir cuál de las medidas puede ser más efectiva, es básicamente una opinión. Las opiniones de los economistas serios se sustentan generalmente en datos históricos, estudios de casos, experimentos científicos, y hechos comprobables. De opiniones debidamente sustentadas, con retórica o estadística, es que surgen las escuelas de pensamiento económico.

El problema se suscita cuando los economistas no somos serios y construimos deliberadamente opiniones a partir de prejuicios, ideas vagas, rumores o tergiversaciones de cosas que tal vez pasaron alguna vez. En este sentido me parece respetable la opinión de un colega, así sea contraria a la mía, cuando el argumento se basa en hechos y datos. Cosa contraria sucede cuando un economista opina algo, generalmente extremo, y solo se autorreferencia o basa su postura en cosas etéreas o simplemente ideológicas.

Otro problema, aún más grave, es que opinar sobre economía es el nuevo deporte nacional de Colombia. Y no para los economistas, sino para todo el mundo. Yo lo llamo la “economía de buseta”, donde todos somos bienvenidos así no tengamos ni idea de qué estamos hablando. Allí uno puede decir que el país es un desastre porque no tenemos dinero en el bolsillo, o podemos decir que la economía es una maravilla porque tenemos un amigo que consiguió mucha plata. Parece que nos hace sentir muy bien generalizar, pontificar sobre el deber ser de las cosas, así todo esto sea una visión parcial, pequeña y sesgada de una realidad mayor que nos negamos a creer o siquiera a mirar.

Por eso, frecuentemente, salimos los economistas en cualquier medio a decir que la edad de jubilación debe revisarse, que el gasto público se necesita, que el salario y las tasas de interés deben controlarse; y en lugar de recibir comentarios técnicos y contraargumentos valiosos, normalmente recibimos comentarios politizados, acusándonos de ser de uno u otro partido político, y de estar trabajando para maquillar una realidad que a la larga simplemente queremos entender y mejorar.

Habiendo hecho esta descarga catártica, manifiesto que estoy preparado para que cualquier persona destruya mis argumentos e imponga los suyos. Eso sí, no estoy de acuerdo con que toda opinión sea respetable. Tanto así que pienso que, como en la medicina, opinar PROFESIONALMENTE sobre economía debería ser regulado, sobre todo cuando se hace en medios de comunicación masivos o en redes sociales a título de experto. No deberíamos poder estar por ahí vendiendo opiniones como verdades absolutas. La economía no es una religión, es una ciencia humana, por lo tanto, no hay verdades absolutas. En todo caso, aunque no cargamos con la obligación de ser exactos en casi nada, debemos ser responsables en todo.

En este sentido, China ha tomado un enfoque regulatorio extremo para controlar quién puede opinar sobre qué temas en plataformas digitales, lo cual plantea un debate interesante sobre el balance entre combatir la desinformación y preservar la libertad de expresión. Siento que por ahí debe avanzar el tema de la opinión económica.

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