David: peñolense, lutier y maestro

hace 3 horas 2

Por Andrea García.

Estimado lector, este espacio está construido con las voces de personas que me han compartido sus pensamientos, saberes y andares.

  • —¿Sabes qué es una nave de los necios? —me preguntó él. Respondí que no moviendo la cabeza.

    —Antes a los locos los echaban todos a un barco y los echaban al mar, entonces ahí van todos los locos.

    Desde esa nave de los necios emerge la historia de David, un hombre oriundo del municipio de El Peñol que en la década de los 80 llegó a ser parte de una familia que había vivido en carne propia la inundación del Viejo Peñol y el surgimiento obligado de lo que sería la nueva cabecera. Justo en el año de su nacimiento, se cumplía una década desde que el agua había acallado el ruido de las implosiones y desdibujado la danza que trazó el polvo en el viento.

    Aunque no le tocó el traslado del Viejo Peñol al Nuevo, él siempre ha sabido que le habían arrebatado algo. Con sus palabras, él narra: “Iban desalojando por sectores y a la medida que iban comprando, casa vendida, casa demolida, entonces siguió así hasta que estuviera todo el pueblo deshabitado y ya pasar a la demolición de la iglesia, que eso fue un problema porque la infraestructura de esa iglesia, pues, para los católicos era muy linda, entonces les dolió mucho cuando le metieron bombas y la dinamitaron, por eso es que si tú vas a la represa encuentras una cruz, esa era la cruz que estaba en la cima, pero solo marca el punto en donde estaba, pero no quedó ni rastros de la construcción, sino que algunos piensan que llegan al municipio de El Peñol y que eso en la represa está el pueblo inundado y entonces si hacen buceo van a ver casas, y no”.

    ¿Qué sucede con una persona a la que se le han arrebatado todos los espacios en los que sustentó su vida?, ¿se trataba solo de un conjunto de techos y muros, de unas casas construidas sin lujos, de un templo católico?, ¿realmente, se trató del traslado de la historia de un lugar o de la destrucción de un pueblo y su pasado?

    Ya lo decía Bachelard, “la casa es uno de los mayores poderes de integración para los pensamientos, los recuerdos y los sueños del hombre” (1957, p. 29); y la familia de David se había quedado sin ella, sin sus tierras fértiles para cultivar, sin su cotidianidad, sin sus tradiciones, y a él le tocó crecer en un nuevo pueblo, en una nueva casa y en una nueva escuela donde le enseñaron a creer que al Viejo Peñol llegó un dragón de agua y se lo había tragado.

    Lo cierto es que la creación de la represa había modificado su identidad, más aún, como una paradoja, este hecho también desembocaría en el acercamiento de David a la música. Cuando tenía 7 años, en las fiestas que se llevan a cabo en junio celebrando la construcción del Nuevo Peñol, se encontró con un grupo de música andina y ese encuentro, tan inesperado como místico, marcaría su destino.

    Lo que más le atrajo de ese grupo musical fueron los instrumentos y ahí nacería una de sus grandes pasiones: la lutería. “La lutería es la construcción de instrumentos musicales, entonces yo de niño también jugaba a hacer mis zampoñitas, ¿sabes lo que es una zampoña?, es un instrumento de varios tubos de caña que se toca así soplado […], empecé a averiguar qué es eso, cómo se hace, pues, desde la pura ignorancia, a juntar tubos con diferentes medidas, jugando, experimentando”.

    Aprendió a hacer instrumentos de viento y de cuerda. Con los años se formó como maestro de música en la Universidad de Antioquia y como parte de sus clases les enseñó a sus estudiantes a construir sus propios instrumentos, específicamente uno multifuncional en PVC con varios tipos de embocadura para imitar diferentes sonidos, y, asimismo, les enseñó a leer partituras.

     Paul Valéry (1978) menciona que hay dos artes que encierran al hombre y su alma en lo que este mismo construye: la música y la arquitectura. Solo podemos escapar de la música internamente, mientras que de la arquitectura lo hacemos a través del movimiento.  

    David fue forzado a moverse de lo que era su pueblo junto con su familia, pero la música nunca ha dejado de habitarlo. Es por eso que, siendo un peñolense, un lutier y a la vez maestro, tomó la decisión de desafiar el desarraigo desde una nave de los necios, que además de ser una embarcación atiborrada de locura, también es un “colectivo de escritores […], que fueron los que se encargaron de una revista literaria en donde una vez al año se le da la oportunidad a alguien de que mande sus escritos. Yo entré ahí mandando unas partituras, fue la primera edición, mi composición se llamó ‘La nave de los necios’, esa es una melodía porque quería evocar..., ¿sabes lo que es una nave de los necios?, antes a los locos los echaban todos a un barco y los echaban al mar, entonces ahí van todos los locos. Mi música evocaba eso de nadar con puros locos, como un barco en el cielo, algo navegando en terrenos desconocidos […], porque siempre he estado en la búsqueda de comprender eso de qué es el pueblo, que el municipio como tal necesita encontrarse otra vez, aprender a encontrarse, reconociendo lo que ya existía, el desarrollo tan grande que tenía por ejemplo en la escritura, en la música en ese tiempo”.

    Caligrama de Andrea GarciaCaligrama de elaboración propia.

    Referencias bibliográficas:

    Bachelard, G. (1957). Poética del espacio. Fondo de Cultura Económica

    Valéry, P. (1978). Eupalinos: ou, L'architecte. Ediciones Sierra Madre.

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