
En un cubículo de luces frías que ha dado por llamar camarín, Camila Sosa Villada (Córdoba, 43 años) se sienta frente a una espejo que imagina como una Cámara Gesell. Le muestra el vestido de hilo que ha esperado dos años para su estreno, los zapatos de charol, mientras recibe mensajes de las personas que hacen fila para entrar a la sala José Hernández de la Feria del Libro. La visitan editores, autoridades de la industria, agentes de prensa, amigos, fans y Rodrigo Santasieri, un compañero del colegio secundario. Santasieri cuenta que sus varones contemporáneos en Mina Clavero, un pueblo de Córdoba, se burlaban de él por hablar con Sosa, que desde los 13 años se vestía de mujer. “En esa época yo era, en realidad, un andrógina”, precisa la escritora.



