Franck Cuesta, el que se consideraba uno de los grandes cuidadores del mundo animal, ha revelado la verdad, tras la filtración de unos audios
¡Bombazo en el mundo animalista! Frank Cuesta confiesa que su programa no era real y “todo era una fasa”
Resumen: , admitiendo mitomanía, falsedad sobre el cáncer y un "santuario" falso.
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Minuto30.com .- El mundo de los rescatistas animales ha quedado perplejo luego de que se conociera que el programa de Frank Cuesta no era un espacio de divulgación científica ni de defensa animal… sino más bien una especie de reality de fantasía salvaje. Tras la filtración de unos audios, el autodenominado defensor de la fauna exótica —y autoproclamado herpetólogo— finalmente tuvo que “bajarse del árbol” y contar la verdad: todo se le fue de las manos. Literalmente.
En una revelación que dejó a sus seguidores con el ojo cuadrado, Cuesta admitió que no, no es veterinario ni herpetólogo, como tanto le gustaba repetir con tono de experto. ¿La razón? Un pequeño problema de “mitomanía y ego”, según sus propias palabras. Todo un personaje, dice. Y sí que lo fue: uno con libreto, luces, cámaras y cero credenciales.
Por si no fuera suficiente, también aclaró que no padece cáncer, como había dicho. En cambio, sufre de mielodisplasia, que aunque es una enfermedad seria, no es exactamente lo que uno anunciaría con tono dramático en videos emocionales. Pero bueno, en el mundo del espectáculo, la precisión médica a veces es un detalle menor.
La joya de la corona fue la verdad sobre su famoso “santuario” de animales. Resulta que no era un santuario, sino más bien… una tienda de zoológico privado con vista al show. Todos los animales fueron comprados, varios murieron por negligencia y, bueno, eso de “refugio de vida silvestre” era solo marketing con tono heroico. Una granja con Instagram, básicamente.
Para cerrar con broche de oro, Cuesta admitió que todo ha sido parte de un espectáculo. Eso sí, pidió disculpas públicas por haberse aprovechado de “tanta gente”.
Lo curioso es que sus seguidores están ahora más divididos que jaula de monos en celo: unos creen que lo obligaron a confesar (¿una conspiración del reino animal, tal vez?), y otros simplemente se sienten estafados. Lo único claro es que, esta vez, ni el camaleón pudo cambiar tanto de color.