Es un pope de la televisión, el creador de una de las series —quizá la serie— que marcó la Primera Edad Dorada de lo catódico en lo que al concepto de autor se refiere. Alan Ball (Atlanta, 68 años) llegó a principios de este siglo a las oficinas de HBO —por entonces aún no una plataforma de alcance mundial sino el primer canal de televisión por cable premium estadounidense— con un Oscar bajo el brazo. Era el guionista de moda. Había firmado la inesperada joya indie que mejor había captado en décadas el angst estadounidense: American Beauty. Y Hollywood le había tendido, orgullosamente, una merecida estatuilla. “Carolyn Strauss [aún hoy ejecutiva de la plataforma] me ofreció la posibilidad de escribir algo relacionado con una familia que regentaba una funeraria, y a mí me asaltaron infinidad de ideas al instante. Había pasado mi infancia en esa clase de sitios. Conocía el ambiente, a la gente”, recuerda. Sí, así nació A dos metros bajo tierra.

hace 6 horas
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