A mi primo Miguelito

hace 6 horas 6

Por Amalia Uribe

Empecé a escribirte esta carta cuando atentaron contra tu vida. Tenía la esperanza de que algún día la leyeras y supieras del amor de tantas personas hacia ti. De mi cariño que, pocas veces, te expresé. Hoy la escribo únicamente para el recuerdo y para no quedarme con las palabras que no alcancé a decirte.

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Desde niña te admiraba, me daba risa tu acento rolo porque todos los primos teníamos acento paisa. Un día en tu casa en Bogotá me ofreciste tus peluches, excepto uno: “este me lo regaló mi mami”, me dijiste. Ese recuerdo me marcó porque no entendía como un niño tan dulce como tú no tenía mamá. Me habría gustado decirte algo, pero me quedé callada. Yo estaba muy niña también. Gracias por eso, porque ese día, algo de ti quedó grabado en mi corazón.

Muchos te conocieron como el Concejal, el aspirante a la Alcaldía, el Secretario, el Senador y precandidato. Yo tuve la fortuna de conocerte como miembro de familia, como alguien cercano, alegre, conversador. Cuando conocí a Rafa le dije que yo tenía un primo que iba a ser presidente. Sé que era tu sueño, pero era también el de muchos, porque sabíamos del hombre recto e inteligente que podría gobernarnos.

Te convertiste en papá y sé que ese era un sueño aún más grande: ver crecer a tu hijo y estar para él. Tú tuviste al mejor papá de todos. Durante años fueron ustedes dos contra el mundo, contra todo, juntitos. Hoy la historia se repite. Tan fácil decirlo. ¿Será tan difícil de romper esta espiral que nos condena al dolor? No debería serlo.

Tenías una visión de país. Un amor y unas ganas incansables de luchar por él, a pesar de que te había quitado a tu mamá. Tu corazón era inmenso, Migue. Los que te conocimos lo sabemos. Prueba de eso es la familia tan espectacular que hiciste junto con María Claudia, María, Emilia, Isabela y Alejandro.

Las personas hablan de tu legado, de tus proyectos de Ley, de tus logros, de los votos que sacaste, de que uniste a un país. Tu gran legado es el amor que dejaste en el corazón de tu esposa, de tu papá, de tus niñas y de tu hijo. En el de tus amigos, colegas y familiares.

Es horrible escribir esto —quisiera que fuera de otra manera— pero en el mío vivirás siempre.

Agustina, mi niña sabrá quién fuiste, cómo viviste y qué soñabas. Espero poder trabajar por dejarle a ella y a Alejandro un país mejor. Lo haré desde donde pueda, porque no soy tan valiente como tú. Pero me encargaré de llevar tu mensaje siempre y de nunca traicionar mis principios.

Tantos años soñé con viajar a Bogotá para verte posesionar como presidente y hoy estoy volando para darte un último adiós. La vida es muy frágil, pero mucho más cuando alguien te la quita. Ojalá seas el último. Nadie debería morir por defender sus ideas o sus posturas políticas. En Colombia esto parece una utopía. Es una pesadilla recurrente, una tortura en la que nosotros mismos nos metimos y acostumbramos.

Hemos llorado a muchos muertos, hemos enterrado a miles de inocentes. Es muy doloroso asumir esta realidad. No creo ser capaz de comprenderla nunca.

El 5 de abril te vi por última vez, te abracé y, cuando me separé de ti porque te ibas a montar a una tarima, tú me volviste a jalar hacia ti. Me abrazaste de nuevo. Sin saberlo, ahí nos despedimos.

Te querré siempre, primo Miguelito. Mi primo rolo, mi primo fuerte, mi primo padre, hijo y esposo amoroso. Gracias por todo, gracias por habernos encontrado en esta vida. Gracias por los recuerdos y momentos que compartimos juntos. Gracias infinitas.

Vuela muy alto y mándanos luz y fuerza.

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